El 6 de mayo de este año Meghan Markle dio a luz a un hermoso bebé: Archie Harrison Mountbatten-Windsor. El Príncipe Harry dio anuncio a la prensa, orgulloso, horas después del nacimiento de su hijo. El mundo veía al más nuevo integrante de la Familia Real emerger, casi como si se tratara de Simba siendo bautizado por Rafiki.
Unos días después de dicho acontecimiento y del anuncio, los medios pudieron acceder a las primeras imágenes de la criatura. Y, seamos sinceros, se quedaron con ganas de más: después de eso, el pequeño fue resguardado en el interior de Frogmore Cottage y no se supo más de él.
Hasta… Su bautismo el pasado mes de julio, cuando Archie volvió a lucirse ante las miradas de miles de personas en su segunda sesión de fotos oficial junto a su glamorosa familia.
[post_page_title]El bautismo[/post_page_title]
Ahora sí, algunos datos duros: Archie fue bautizado en la capilla privada del Castillo de Windsor, el lugar elegido por la mismísima Reina para rendir culto. A la prensa se la dejó afuera de la ceremonia, lo que hizo que los grandes medios (y con ellos, los fanáticos expectantes) tuvieran que esperar a que la familia revelara las fotografías oficiales para ver el evento y a su protagonista.
¿Por qué les contamos esto? Bueno, es importante para entender una cosa: Harry y Meghan vienen a hacer las cosas de una manera diferente. Sobre todo, distinta de los modos a los que nos tenían acostumbrados Kate y William. Cuando los Duques de Cambridge bautizaron a sus hijos, los eventos fueron privados, pero la prensa estuvo en la lista de invitados. En cambio, los Duques de Sussex afirmaron querer mantener a su hijo escudado de la vida pública lo más posible.